Miguel (nombre ficticio) tiene 14 años y se ha metido en un buen lío. Ha pegado un bofetón a un compañero de clase, así que le han castigado sin recreo y han avisado a sus padres, que se han enfadado mucho con él. Al preguntarle el motivo por el que ha pegado a su compañero, Miguel ha explicado que “yo estaba trabajando tan tranquilo y él se ha puesto a tocarme en el hombro, y yo no quería que se burlara de mí”. Tras hablar con el otro niño a solas, la profesora ha averiguado que le estaba tocando en el hombro para pedirle una goma de borrar, ya que él no tenía. Pero Miguel ha malinterpretado esa señal, atribuyéndole un significado erróneo, y ha creído que su amigo se estaba burlando. Consecuentemente, se ha enfadado y le ha pegado. Su incapacidad para comprender la situación ha provocado un comportamiento desajustado y ha generado consecuencias negativas en sí mismo y en los demás.
Miguel está diagnosticado de síndrome de Asperger, lo que supone la presencia de déficits en la interacción social, el lenguaje y la comunicación, e inflexibilidad cognitiva y comportamental. Tiene dificultades para analizar los comportamientos de los demás, así como para identificar en los otros emociones, pensamientos, intenciones, creencias, etc. Posee, en definitiva, problemas de comprensión de la Teoría de la Mente.
La Teoría de la Mente se define como la capacidad de inferir los estados mentales de otras personas (sus pensamientos, creencias, deseos, intenciones, etc.), y de usar esta información para interpretar lo que dicen, encontrar sentido a sus comportamientos y predecir lo que harán a continuación. La comprensión de la mente es una habilidad cuyo aprendizaje es implícito y está influido por nuestra experiencia social, y hace referencia a lo que comúnmente se denomina “psicología popular”. Como Dennett señala: “empleamos la psicología popular continuamente para explicar o predecir el comportamiento de cada uno; atribuimos creencias y deseos a los demás con confianza – y con bastante inconsciencia – y pasamos una parte sustancial de nuestras vidas formulando el mundo – sin excluirnos a nosotros mismos – en estos términos… Cada vez que nos aventuramos a salir de la autopista, por ejemplo, sometemos nuestras vidas a la fiabilidad de nuestras expectativas generales sobre las creencias, deseos normales y probables decisiones de los otros conductores. Nos encontramos con que… ésa es una teoría de gran poder generativo y eficiencia. Por ejemplo, al ver una película con un argumento muy imaginativo y muy alejado de los estereotipos, vemos que el héroe sonríe al villano y rápidamente y sin esfuerzo llegamos al mismo diagnóstico teórico complejo: “¡Ah!”, concluimos (aunque quizá sin ser conscientes de ello), “él quiere que ella piense que no sabe que intenta engañar a su hermano”.
La Teoría de la Mente es fundamental para entender el mundo que nos rodea. Entre sus funciones, Howlin, Baron-Cohen y Hadwin señalan las siguientes:
- Encontrar sentido al comportamiento social. La atribución de estados mentales es la forma más fácil de entender a los demás, pues permite formular explicaciones de sus comportamientos, generar contingencias y predecir lo que harán a continuación.
- Comprender la comunicación. Tener en cuenta al interlocutor es imprescindible para ajustar el lenguaje y para entender cuál es su intención comunicativa.
- Engaño. Saber que la otra persona tiene una creencia con respecto a un hecho es el paso previo para hacerle creer que algo es cierto cuando en realidad es falso.
- Empatía. La comprensión de la mente confiere a las personas la capacidad de inferir cómo puede estar alguien interpretando los acontecimientos y cómo se puede sentir.
- Autoconciencia o autorreflexión de los propios sentimientos, pensamientos y creencias. Ello permite adquirir el concepto de subjetividad y la capacidad de discernir la apariencia de la realidad.
- Enseñar o intentar cambiar la mente de una persona a través de la persuasión, etc. Ser consciente de que los pensamientos y las creencias de los otros varían según la información a la que estén expuestos, permite la posibilidad de informarles con el propósito de modificar lo que piensan o lo que saben.
Los últimos estudios han demostrado que, en niños sin patología, la Teoría de la Mente está bien desarrollada hacia los 4 ó 5 años de edad. Sin embargo, en los Trastornos del Espectro Autista (como es el caso de Miguel), se ha identificado una “ceguera mental” que afecta a las funciones sociales y de comunicación y que podría ser la causante de muchas alteraciones del desarrollo características de estos trastornos. Una Teoría de la Mente deficitaria explicaría idiosincrasias propias del Espectro Autista tales como la incapacidad para percatarse de los sentimientos, los conocimientos e intereses de las otras personas; para detectar las convenciones sociales y las reglas implícitas dependientes del contexto; para identificar los dobles sentidos, los usos no literales del lenguaje, los malentendidos, el engaño, etc.
En la clínica, los enfoques tradicionales emplean programas de comunicación y de habilidades sociales para favorecer el funcionamiento social de los niños como Miguel. Sin embargo, estos programas, debido a su especificidad, presentan importantes limitaciones de cara a generalizar los aprendizajes y aplicarlos en situaciones novedosas.
Las aportaciones procedentes de la investigación (tanto del desarrollo normativo de la Teoría de la Mente como de las consecuencias que entraña su mal funcionamiento) apuntan a que la clave de esta generalización se encuentra en la intervención dirigida a la comprensión mental y social del individuo. Los avances científicos avalan la importancia de trabajar la Teoría de la Mente en personas con Trastornos del Espectro Autista; mejorar su comprensión social puede producir cambios cualitativos más significativos en sus habilidades sociales y de comunicación y, consecuentemente, favorecer su adaptación.